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5 de octubre: Día mundial de los docentes

Empoderar al profesorado para construir sociedades sostenibles.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) instauró el 5 de octubre como el Día Mundial de los Docentes en 1994 para conmemorar la fecha de la firma de la Recomendación relativa a la situación del personal docente de 1966.



Podríamos pensar juntos en aquellas cualidades indispensables para el empoderamiento de las educadoras y los educadores hacia la sostenibilidad de las sociedades. Así como en muchas oportunidades, Paulo Freire nos guía manteniendo su absoluta vigencia:


La humildad exige valentía, confianza en nosotros mismos, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás. Ella no florece en la inseguridad de las personas sino en la “inseguridad segura de los cautos y por ello se expresa en la seguridad insegura, la certeza incierta y no la certeza demasiado segura de sí misma.”


La amorosidad sin la cual el trabajo docente pierde significado, referida no sólo al educando sino el propio proceso de aprendizaje. Un “amor luchador de quien se afirma en el derecho o en el deber de tener el derecho de luchar, de denunciar, de anunciar.”


Éstas exigen inventar la valentía que marcha por el camino de amar y de luchar. Cuando aparece el miedo, reconocemos que es una manifestación de estar vivos y allí…educando al miedo, nace la valentía.

La tolerancia, virtud que “nos enseña a convivir con lo diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente.”


La decisión, la seguridad, la tensión entre la paciencia y la impaciencia y la alegría de vivir como cualidades absolutamente necesarias en el trabajo de formador en la dirección de la democracia, donde decidir es a veces romper, donde la seguridad exige “competencia científica, claridad política e integridad ética”, donde paciencia e impaciencia dialogan y no deben vivir aisladas entre sí y finalmente, donde la entrega a la alegría de vivir -sin esconder razones de tristezas- prepara para “estimular y luchar por la alegría en la escuela”.


“La escuela que es aventura, que marcha, que no le tiene miedo al riesgo y que por eso mismo se niega a la inmovilidad. La escuela en la que se piensa, en la que se actúa, en la que se crea, en la que se habla, en la que se ama. Se adivina aquí la escuela que apasionadamente le dice sí a la vida, y no la escuela que enmudece y me enmudece”

Cartas a quien pretende enseñar. Cuarta carta.

Paulo Freire. 2009


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